Estas “terapias” reparativas tienen razones históricas que resultaron cuando menos deshumanizantes. Para entenderlas -y rechazarlas- hay que conocer la concepción ideológica que dio paso a sus terribles experimentos, plantea Ángel R. Comas
Estas “terapias” reparativas tienen razones históricas que resultaron cuando menos deshumanizantes. Para entenderlas -y rechazarlas- hay que conocer la concepción ideológica que dio paso a sus terribles experimentos, plantea Ángel R. Comas
La sexualidad humana tiene un elemento que al mero momento de ser nombrada en la política pública, el sector fundamentalista religioso -que se autoadjudica ser baluarte de la moral social- levanta sus afiladas espadas para tratarlo como impulso reacio e indócil y recordarle su límite. Las estrategias de dominación de la sexualidad van hasta el más ínfimo detalle en su afán de reducir todo el sexo a su función reproductora, desde lo heterosexual y adulto, sellado bajo la legitimidad del matrimonio. El escándalo se acrecienta y se vuelve terreno fértil para tergiversar conceptos cuando se trata sobre la orientación, sexualidad e identidad de género en la población infantil y joven. En ese momento el miedo y la desinformación se levantan a bailar un “bolero en una loseta”.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: