

Durante la tarde de ayer nos movíamos con agilidad para conversar con legisladores y legisladoras y expresar, lo que ya en tantas ocasiones hemos expresado, nuestro apoyo al proyecto que prohibiría las “terapias” de conversión en menores de edad. Mientras llamaba y dialogaba con otras personas para que ejercieran su responsabilidad democrática, parte de mí no podía creer que hubiese la posibilidad de que la comisión ignorara los testimonios contundentes de asociaciones profesionales que velan por el bienestar de la niñez. Estas organizaciones, con su experiencia y conocimientos, fueron firmes en denunciar estas prácticas y el peligro que representan para la integridad de la persona. De manera racional, el argumento debió terminar ahí.
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