Mi deber es respetar la autonomía del paciente. No soy quién para obstaculizar el que alguien tenga el derecho de elegir libremente cómo desee morir, escribe Raúl Martínez Quiñonez
Mi deber es respetar la autonomía del paciente. No soy quién para obstaculizar el que alguien tenga el derecho de elegir libremente cómo desee morir, escribe Raúl Martínez Quiñonez
Trascendió en los medios recientemente el fallecimiento de la colombiana Martha Sepúlveda, quien padecía de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una condición que lleva a la degeneración neuronal o nerviosa e impide que los músculos reciban las señales para su movimiento. Esto lleva a que la persona que lo padezca pierda la capacidad de moverse, respirar, tragar y hablar, entre otras complicaciones que afectan su calidad de vida. Martha ganó atención mediática a nivel internacional cuando en el mes de septiembre se expuso su deseo de morir dignamente, es decir, que se le practicara la eutanasia. Horas antes de que se llevara a cabo el procedimiento, el mismo fue suspendido por decisión del Instituto Colombiano del Dolor. El hecho desencadenó un proceso judicial que culminó con el cumplimiento del deseo de Martha, falleciendo así el pasado 8 de enero. Martha logró tener una muerte digna. Este suceso ocurrió un día después de que Víctor Escobar, también colombiano, falleciera también por medio de la eutanasia. Víctor y Martha se convirtieron así en los dos primeros pacientes, con condiciones no terminales, en lograr una “muerte digna” en Colombia.
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