
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Hoy entierran en Moca al Topo. La primera vez que oí hablar de él —de Antonio Cabán Vale — fue cuando en 1968 llegué a la UPR en Río Piedras y alguien me invitó a una actividad esa noche donde él se presentaría. Era la misma época de otros cantautores y artistas como Roy Brown, Silverio y Roxana (exacto, el Silverio Pérez que todos conocemos), Pepe y Flora, Noel Hernández y Andrés Jiménez, el Jíbaro, entre otros. No recuerdo cuál de estos se presentó también esa noche pues algunos de ellos convivieron en mi ruta universitaria de siete años en que allí estuve. Lo que sí recuerdo es que Antonio me impresionó muy bien, tanto su música como la letra. Ese fue también el mismo año que me hospedé en la urbanización Santa Rita (Romany 59) con varias estudiantes de Arecibo, entre ellas Antonia Martínez Lagares, de quien llegué a ser muy buen amigo. Jamás hubiera adivinado que esas figuras de Antonio y Antonia, después de que en 1970 ella fuera asesinada, fueran a converger en un poema-canción que la inmensa mayoría de los puertorriqueños conoce y hoy día canta: “Antonia”.
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