Cuando los padres se ausentaron de sus vidas, ellos crearon la propia. Todos crecieron en una extraña y silenciosa orfandad. Lograron lo que no muchos jóvenes logran, escribe Miriam Montes Mock
Cuando los padres se ausentaron de sus vidas, ellos crearon la propia. Todos crecieron en una extraña y silenciosa orfandad. Lograron lo que no muchos jóvenes logran, escribe Miriam Montes Mock
Para entonces tenía 17 años, una melena tostada por el sol, una tabla de surf, el sabor del salitre pegado a su piel, una bicicleta roja con la que rodaba desde Guaynabo hasta la playa de Vega Baja mientras desafiaba el tráfico, el viento y el hollín, y las ganas de aventurar típicas de cualquier adolescente. No, no preñó a ninguna chica. Tampoco pidió renunciar a la vida usual de un joven de su edad y asumir las funciones de padre de familia. Pero la vida, tan antojadiza, le endilgó tamaña responsabilidad, y él no la evadió.
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