Muchos de los problemas relacionados a la corrupción que vemos en Puerto Rico no son únicos a nuestra Isla; pero para atenderlos debemos parar en seco su libre albedrío y trabajar en equipo para luchar contra ella, escribe Issel Masses
Muchos de los problemas relacionados a la corrupción que vemos en Puerto Rico no son únicos a nuestra Isla; pero para atenderlos debemos parar en seco su libre albedrío y trabajar en equipo para luchar contra ella, escribe Issel Masses
Tan reciente como el pasado mes, en honor a la lucha contra la corrupción, se organizaron múltiples eventos, incluyendo la Conferencia Internacional de Anticorrupción, en la que miles de personas y organizaciones de todos los rincones del mundo se reunieron a modo virtual para discutir este tema. Y es que el impacto de la corrupción a nivel global se estima en unos $3.6 billones anuales (5% del PIB, según el Foro Económico Mundial), un asunto tan severo que ha forzado a muchos a quitarse la venda de los ojos y preguntarse, ¿qué estamos haciendo mal? Sin embargo, en Puerto Rico, aunque todos reconocemos el grave y detrimental problema, pocos estamos dispuestos a cuestionar cada una de sus raíces y perderle el miedo a arrancarlas de nuestra tierra, como haríamos con cualquier yerba mala en nuestro patio.
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