Lo que, a fin de cuentas, sugieren las mediciones es que la sociedad venezolana está acumulando una carga de hartazgo, de la que no escapa nada o casi nada, escribe Miguel Henrique Otero
Lo que, a fin de cuentas, sugieren las mediciones es que la sociedad venezolana está acumulando una carga de hartazgo, de la que no escapa nada o casi nada, escribe Miguel Henrique Otero
En los últimos meses he tenido la oportunidad de leer resúmenes, conclusiones y análisis de varias encuestas, que quisiera comentar en este artículo. No estoy ajeno a las dificultades que hoy representa para las empresas encuestadoras cumplir con el objetivo de realizar una encuesta, incluso si la recolección de información se hace a través del teléfono. Los ciudadanos, como es obvio, desconfían, se preguntan si la llamada del encuestador no será una trampa. Hay quienes se niegan a expresar su opinión si no reciben un pago. Está, además, la presencia de un factor que ameritaría un estudio a fondo: la información de la que disponen capas enteras de personas, sobre la realidad más allá de lo inmediato, es irregular. Las exigencias de la sobrevivencia, la gran cantidad de horas que las familias invierten en solucionar los desafíos de la cotidianidad, apenas deja tiempo para hacer seguimiento a las noticias. Pero, a pesar de todos estos factores, con mayor o menor intensidad, hay una serie de elementos presentes en las opiniones de los encuestados, de todas las regiones del país, que merecen ser anotados.
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