Programas escolares y comunitarios para enseñar a niños y jóvenes cómo manejar conflictos, sin recurrir a la agresión, son indispensables en la lucha contra la violencia machista, escribe Amarilis Ramos Rivera
Programas escolares y comunitarios para enseñar a niños y jóvenes cómo manejar conflictos, sin recurrir a la agresión, son indispensables en la lucha contra la violencia machista, escribe Amarilis Ramos Rivera
En la mayoría de los casos de violencia doméstica en Puerto Rico el agresor es un hombre. Una de las razones para esa terrible realidad, según se ha expresado de forma reiterada, es la cultura machista, que refuerza estereotipos de masculinidad tóxica, vinculada a discursos de hegemonía como “el hombre de la casa se respeta”. Los errados patrones, aprendidos desde la infancia, predisponen a muchos hombres a canalizar sus problemas mediante la agresividad, en lugar de buscar alternativas saludables.
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