Contradicción inevitable, así lo visualizo en mi mente. El ser humano se complica los días tratando de pasar por encima a los puntos evidentes que la naturaleza y la propia educación nos han informado desde hace tanto. Ya no somos la sociedad aquella en la que la conciencia ambiental era una secundaria, pues sobrevivir era lo más importante. Hoy, tenemos en nuestro andar el recurso de la buena educación y las bases de conciencia que nos motivan a ver el agua cristalina de nuestras costas y preocuparnos por todo lo que ella representa. Por otro lado, seguimos siendo los mortales que disfrutamos unas exquisitas vacaciones en Boquerón, alquilamos un apartamento o villa frente al mar, lo más cercano posible, para levantarnos con el rico sonar de las olas golpeando las rocas, o la pared de cemento que cubre nuestro lindo espacio vacacional. Más interesante aún, somos también los humanos que nos reunimos con grandes desarrolladores con la meta de construir la localidad más exquisita de todas. Anchas entradas, con luz natural, vista al mar y exóticos nombres en letras azul coral. Esto con la finalidad de competir en el gustoso mundo de las facilidades de todo tipo que involucren sal, arena y mar, esas que tantas monedas generan.