Lo menos que le interesa a Will Smith es la actuación, sino el victimismo chic. No por casualidad, en una entrevista dijo, ‘Yo soy el sueño americano’, escribe Cezanne Cardona Morales
Lo menos que le interesa a Will Smith es la actuación, sino el victimismo chic. No por casualidad, en una entrevista dijo, ‘Yo soy el sueño americano’, escribe Cezanne Cardona Morales
La ficción no respeta nada y no tiene por qué hacerlo. Y a veces quienes mejor lo saben -escritores, actores o artistas- son los primeros en ignorarlo. Charles Dickens fue, tal vez, uno de los primeros que claudicó al atroz correctismo que hoy amenaza con regresarnos al medioevo. Mientras publicaba por entregas su novela David Copperfield, Dickens recibió una carta de una lectora que se cantó víctima de la novela por su parecido a un personaje secundario llamado Miss Mowcher, una peluquera de baja estatura, tendenciosa, vil y egoísta. En la carta, la lectora se quejaba de que la gente de su pueblo la confundía con Miss Mowcher y la creían malvada. El problema no era la novela, por supuesto, sino la gente del pueblo, pero Dickens se sabía leído por muchos (tanto así que una de sus novelas inspiró la Nueva Ley de Pobres) y en las próximas entregas modificó la trama; convirtió a Miss Mowcher en un personaje simplón y angelical. Fue un error garrafal. Por suerte, ni el buenismo ni las causas identitarias amenazaban -como ahora- el campo de acción de la ficción. Pero Dickens se equivocó porque en la ficción ser generoso no tiene nada que ver con valores o respeto, sino con la contradicción y la ambigüedad. A mayor incertidumbre más humanidad.
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