

Quedó claro el año pasado que no soy partidaria de las resoluciones de fin de año. No he cambiado de opinión, sigo pensando lo mismo. Este año los rituales han comenzado más temprano y con mayor intensidad. Con eso de que supuestamente estamos despidiendo una década, los fanáticos de los “to-do list” han desplegado toda su artillería para asegurarse de estar enfocados en lo que buscan, no solo para el 2020 sino también para la próxima decena. Naturalmente todos los esfuerzos dirigidos a la nueva década quedan anulados hasta que suenen las doce campanadas el 31 de diciembre del 2020 que es cuando realmente cerramos este ciclo. Lo bueno para estos entusiastas es que lo practicado queda como una especie de “dress rehearsal” para lo que les toca armar dentro de 12 meses.
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