

Cada día trae su propio afán. Cuando despertamos, poca idea tenemos de si este nos traerá en sus horas luz o sombra. Es así de inevitable, por eso es imperativo aprovechar al máximo cada momento, cada paso y cada encuentro. El trajín, el estrés, el día a día y las obligaciones casi nos ha convertido en autómatas y sin querer somos agendas andantes. Todo está programado, hasta los ratos de ocio tienen su espacio predeterminado. Poco espacio hay para la espontaneidad porque siempre hay algo urgente que resolver. Hasta que un día nos percatamos de que el tiempo se nos hizo nada.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: