

Algo mágico se produce cada vez que se abre la puerta para entrar a nuestra casa. Cuando cruzo el umbral de la mía me detengo unos segundos a respirarla, a sentirla. En el aire se ha quedado un hilo del perfume que decidí llevar esa mañana. Incluso puede que todavía escuche la música que se quedó navegando por ahí. Mis ojos rebotan aquí y allá. Los objetos que ocupa el espacio tienen una corta o una larga historia. Las obras que decoran las paredes las he producido yo o son obsequios de gente a la que he querido mucho. Las fotos que descansan en las mesillas me recuerdan instantes felices. Un vistazo a los lomos de los libros trae a mi mente pasajes, versos, personajes que siempre quiero mantener cerca. El abanico de mi mirada me permite reconocer el origen de lo que configura este nido tan lleno de mí y de mi vida. Todo tiene su sitio preciso e ideal. Nada está colocado al azar.
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