

La hipertensión es el término médico utilizado cuando la presión dentro de las arterias está alta.
Las arterias (vasos sanguíneos) son la tubería que llevan la sangre bombeada por el corazón por todo el cuerpo.
La presión arterial sobre esos vasos es la fuerza que ejerce la sangre sobre las paredes de los vasos sanguíneos. Es normal que la presión arterial suba y baje a lo largo del día, pero, si permanece alta, tienes presión arterial alta.
Una mujer podría presentar niveles elevados de la presión arterial en cualquier etapa de su vida, incluyendo durante el embarazo.
El cuidado prenatal, durante y luego del embarazo ayuda a detectar cualquier anomalía en la presión arterial que pueda afectar a la mama o el bebé.
Se describe la presión arterial con dos números. El primer número mide la fuerza cuando el corazón late y se llama “presión sistólica”. El segundo número mide la fuerza cuando el corazón se relaja y la llamamos “presión diastólica”.
Alguien con una presión sistólica de 120 mmHg (unidades de medición) y una presión diastólica de 80 mmHg tiene una presión arterial de 120/80. La presión arterial normal para un adulto es menor a 120/80.
En el 2017, el Colegio Americano de Cardiología y la Asociación Americana del Corazón modificaron los criterios tradicionales para diagnosticar alta presión para modificar los riesgos cardiovasculares a largo plazo. La definición para alta presión en mujeres no embarazadas es:
La definición de alta presión durante el embarazo va a depender de cuándo se encuentre elevada por primera vez:
1. Alta presión crónica del embarazo
En la mayoría de los casos, los médicos no pueden encontrar la causa exacta de la presión arterial alta. Sin embargo, se sabe que existen varios factores que pueden elevar la presión arterial.
El riesgo de sufrir alta presión aumenta con: la edad, el historial familiar, el sobrepeso, la inactividad física, el consumo de tabaco o alcohol, la dieta alta en sal o baja en potasio, la deficiencia de vitamina D, el estrés emocional, la diabetes, el colesterol alto, las enfermedades renales y la apnea del sueño.
La mujer embarazada con alta presión está a riesgo de una variedad de complicaciones tanto para ella como para el bebé o neonato. Estos eventos adversos se pueden evitar con un manejo apropiado durante el embarazo.
Existe un riesgo mayor en los casos en los que la preeclampsia está sobreimpuesta a la alta presión crónica. A continuación, mencionamos algunos riesgos maternos: muerte, fallo renal agudo, edema pulmonar, accidentes cerebrovasculares, parto por cesárea, placenta abrupta, hemorragia posparto, diabetes gestacional y estadía en el hospital prolongada durante el embarazo, entre otros. La mortalidad perinatal es de dos a tres veces mayor en las embarazadas con presión arterial crónica, comparado con las embarazadas en general. Los riesgos para el beben son: nacimiento antes de tiempo, bebé con bajo peso, bebé pequeño para la edad gestacional, malformaciones congénitas y bebé que necesita cuidados intensivos al nacer.
El Colegio Americano de Obstetricia y Ginecología (ACOG. en inglés) sugiere un monitoreo cercano y conservador para las mujeres embarazadas que cumplen con el criterio de alta presión estadio 1 y 2 con presiones menores a 160/105, dado a que la evidencia científica es limitada en cuanto a beneficio y seguridad de tratamiento.
El ACOG recomienda comenzar terapia en mujeres embarazadas con presiones >150/100 y presencia de envolvimiento renal o cardíaco.
Otras sociedades recomiendan tratamiento farmacológico durante el embarazo para mantener las presiones en el rango de 110 a 140 /80 a 85 o comenzar terapia con presiones mayores a 140/90.
Es importante comunicarle a tu médico si planificas quedar embarazada para que examine tus niveles de presión arterial y, en caso de estar elevada, elegir el tratamiento que es apropiado para ti.
Existen medicamentos que se utilizan para tratar la alta presión que podrían afectar la formación del feto durante las primeras semanas de vida.
Si ya estás embarazada y tomas medicamentos previo al embarazo, es importante que no suspendas ningún tratamiento sin la recomendación médica y que procures evaluación médica inmediata.
La autora es miembro de la Sociedad Puertorriqueña de Cardiología, del Colegio Americano de Cardiología (ACC) y presidenta del Comité Científico del ACC, Capítulo de Puerto Rico.
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