La prevalencia de hepatitis A, hepatitis B y hepatitis C en la isla es más elevada que en los Estados Unidos. Esto ocurre aún cuando la A y la B son prevenibles mediante vacunación. Sin embargo, para la hepatitis C no hay vacunas y es el tipo más severo que puede llevar a cirrosis, cáncer de hígado y hasta a la muerte.
VOCES se ha alineado con el Plan Estratégico de Hepatitis Viral 2025 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC en inglés) y el Plan de Eliminación de Hepatitis de la Organización Mundial de la Salud (WHO, en inglés) para atajar esta enfermedad.
Estas infecciones son causadas por un virus que principalmente afecta el hígado. La hepatitis A se contagia por vía oro-fecal. “Una persona se puede contagiar con comida infectada con el virus o por contacto con personas infectadas al momento del contagio. Se cura a los seis meses y no deja secuelas”, explicó el gastroenterólogo Federico Rodríguez Pérez, presidente de la Asociación Puertorriqueña de Gastroenterología.
Por su parte, la hepatitis B se adquiere por vía sexual. “El 85 % se cura en igual periodo de tiempo que la A, pero en el restante 15 % persiste en el organismo de manera crónica, la cual se trata con medicamentos. En algunos casos puede llevar a daño del hígado como cirrosis.
“La hepatitis C tiende a ser una enfermedad crónica. En el 85 % de las personas infectadas, la enfermedad va progresando y causando daño en el hígado que puede llegar a ser permanente”, afirmó Rodríguez.
Como explicó el especialista, con el paso de los años, el hígado de los pacientes con hepatitis C se inflama y causa fibrosis (cicatrizaciones leves), las que continúan progresando hasta causar cirrosis y producirles complicaciones que los lleven a requerir un trasplante del órgano.
El problema principal de la condición es la falta de síntomas específicos. Muy pocos pacientes desarrollan síntomas como náuseas, vómitos, dolor abdominal o ictericia (piel de color amarillento). “Es una condición que los médicos podemos detectar preliminarmente sospechando y descartando, porque si esperamos por los síntomas puede que no lleguemos a hacer el diagnóstico”, añadió Rodríguez.
Los pacientes contagiados con la hepatitis A y B (excepto en el 15 % donde persiste), pueden llevar una buena calidad de vida ya que no deja secuelas en el organismo. Sin embargo, en los pacientes con hepatitis C desarrollada, la calidad de vida de los pacientes se afecta porque “desarrollan las complicaciones asociadas a la cirrosis como es el aumento en la bilirrubina, encefalopatías o cambios mentales como consecuencia de la elevación de los niveles de amonia en la sangre, retención de líquido en el abdomen y sangrado gastrointestinal”, enumeró.
Como consecuencia, el galeno afirmó que estos pacientes suelen tener diversas hospitalizaciones y los casos más críticos son candidatos a trasplante de hígado. Precisamente, los pacientes con hepatitis C son los principales candidatos a trasplante. Situación que además de ocurrir localmente se replica en los Estados Unidos y los países desarrollados.
Otras de sus consecuencias severas es el cáncer de hígado, que detectado en etapa temprana, puede ver en el trasplante un cambio significativo positivo a su salud. Sin embargo, cuando es detectado en etapas avanzadas solo se dispone de tratamientos paliativos y es principalmente su causa de muerte.
Afortunadamente, detectado a tiempo, mejora los niveles de sobrevida cuando son tratados con los medicamentos orales disponibles, los cuales son cubiertos por las aseguradoras de salud.
La vacunación es importante para la prevención de la hepatitis A y la hepatitis B. Pero, para la hepatitis C no hay vacuna. Ante esto, “la prevención es la clave. Se adquiere por contacto con sangre, sueros y secreciones de las personas infectadas y sus factores asociados”, comentó. Entre estos se encuentran: transfusiones de sangre o de alguno de sus componentes antes de 1992, periodo previo al desarrollo de pruebas serológicas para la detección de hepatitis B. En la actualidad las trasfusiones son seguras.
Otros factores de riesgo son compartir jeringuillas para el uso de drogas intravenosas donde una de las personas esté infectada y realizarse tatuajes en lugares que no siguen las medidas de seguridad requeridas. A riesgo pueden estar también las personas mayores de 65 años con múltiples cirugías realizadas en el pasado; el personal de la salud que pueda entrar en contacto con pacientes o material infectado; los bebés de madres con VIH y hepatitis; y las personas con múltiples parejas sexuales y con la hepatitis C.
“Se ha visto una incidencia más alta de pacientes con hepatitis C en personas contagiadas con el virus de VIH y hepatitis B”, afirmó el presidente de la Asociación Puertorriqueña de Gastroenterología.
Como método preventivo, las personas con niveles elevados de células hepáticas deben realizarse una prueba de hepatitis C para descartarla. “Todas las asociaciones relacionadas a la salud como los CDC y las relacionadas a infecciones y hepatologías, así como las europeas, recomiendan que toda persona mayor de 18 años, en algún momento de su vida, se realice una prueba sanguínea para detectar hepatitis C”, advirtió el doctor Rodríguez Pérez.
Investigaciones realizadas revelaron que “muchos de los contagiados aún desconocen que poseen el virus, y que, de los detectados, muchos no han recibido tratamiento; estadísticas que pueden cambiar con la realización de las pruebas”, destacó el especialista en gastroentorología.
Con detección temprana, los pacientes con hepatitis C tienen mayores alternativas. “La hepatitis C es curable. Actualmente existen medicamentos con un 99 % de efectividad. Son medicamentos orales que se toman una vez al día por un periodo de dos a tres meses con mínimos efectos secundarios y que los pacientes suelen tolerar bastante bien”, describió el galeno.
A mediano plazo, VOCES busca iniciar el diálogo con los diferentes grupos para lograr reducir las nuevas infecciones y disparidades de hepatitis viral a través de la inmunización y la conexión a cuidado. Para ello, está trabajando con entidades privadas y públicas para educar a la población y promover la vacunación contra la hepatitis A y la hepatitis B en los grupos indicados; desarrolla un programa para lograr que los pacientes con hepatitis C conozcan su diagnóstico y puedan accesar a tratamiento y cuidado, completen el tratamiento y tengan oportunidad de curarse.
Mientras que, a largo plazo, busca el consenso para lograr recomendaciones, estrategias para eliminar las hepatitis virales en la isla, alineadas a los planes de los CDC y WHO, y contando con la colaboración de múltiples entidades, públicas y privadas.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: