Han sido innumerables los malabares y ajustes que han tenido que hacer las escuelas, los hogares y las empresas, en aras de que sea un periodo exitoso de aprendizaje
Han sido innumerables los malabares y ajustes que han tenido que hacer las escuelas, los hogares y las empresas, en aras de que sea un periodo exitoso de aprendizaje
Volver a lo que antes conocíamos como normalidad pareciera una utopía al tiempo en que se siguen elevando las muertes y los contagios del virus SARS-CoV-2 que causa el COVID-19. En lo que se da ese anhelado escenario en el que los niños y jóvenes acuden a los planteles escolares a crear memorias y adquirir conocimiento mientras los padres cumplen con sus jornadas laborales, sin más opciones nos enfrentamos a una educación virtual que se impone como parte de una llamada “nueva normalidad”.
Para enfrentarse a este nuevo año escolar han sido innumerables los malabares y ajustes que han tenido que hacer las escuelas, los hogares y las empresas, en aras de que sea un periodo exitoso de aprendizaje.
Son bastantes los consejos que ofrecen los profesionales de la conducta humana para sobrellevar este proceso retante tanto para los padres, las madres, los niños y las niñas, los jóvenes, todos las maestras y los maestros, que están comprometidos con el pan de la enseñanza. De esta no se zafan algunos abuelos y tutores.
En este espacio a continuación varios de ellos se manifiestan para contar su situación y cuál es su sentir ante el panorama que les ha tocado vivir. Ante tanta incertidumbre y preocupación en algo coinciden, la salud de los niños es lo más importante.
Un regreso lejano y surreal
“Este inicio escolar nos abruma, pero, a la misma vez, aceptamos que hay decisiones necesarias. Como profesionales, mi esposo y yo tenemos la dicha de ser parte de empresas que tienen la capacidad para dejarnos trabajar virtualmente. Para tratar de tener un balance de trabajo y estudio en el hogar, primero les explicamos a nuestros hijos por qué no pueden ir a la escuela. Se les asignó un espacio para llevar sus conferencias y hacer sus labores. Las clases son activas y con participación de los estudiantes, por lo tanto, el ruido es inevitable. Cada uno tiene su equipo. La más pequeña, que cursa el tercer grado, está a mi lado para supervisarla y monitorearla hasta que la encuentre lista para independizarse y tener un espacio para tomar las clases diarias en su propia habitación.
A pesar de que de vez en cuando hay caos e interrupciones, prefiero eso a sacrificar la salud de mi familia. Cada vez que mi esposo y yo tomamos decisiones de esta índole, giran alrededor de ellos. Es una cuestión de evaluar cada día individualmente y preguntarse: ¿Qué es lo más importante? ¿Todos en casa están bien? ¿Tenemos lo necesario en caso de que tengamos que tomar decisiones extremas?
Contemplar volver a la normalidad y dejar que nuestros hijos vuelvan al plantel escolar, en estos tiempos, lo vemos lejano y surreal. No hay disciplina entre los puertorriqueños que vivimos en la isla, el gobierno no ha sido confiable en el control y manejo de la enfermedad y una vacuna efectiva no ha sido creada o evaluada lo suficiente para considerarla como solución. Hay que vivir tomando decisiones según se desarrollen las circunstancias y espero que todos en nuestros hogares tengamos la compasión y paciencia suficientes para llevar una vida feliz y tranquila”, dijo Zulenmari Rosado Báez, de Toa Alta.
Tensión desde la calle para cumplir con una responsabilidad compartida
“Nadie podía pensar ni se imaginaba que nos iba a tocar algo tan fuera de nuestras costumbres y rutinas como lo es la cuarentena por el COVID-19. Durante estos meses estuvimos tratando de pensar y analizar cómo volverían los estudiantes a las escuelas. El tema de que mi hija de 4 años tuviera que ir de modo presencial me ponía en un estado de nervios demasiado elevado.
¿Cómo le dices a una niña de esa edad que no puede tocar nada o que no se le puede pegar a otro niño y que se lave las manos constantemente? Con la llegada de la noticia de que las clases serían virtuales, el panorama se complicó también. Trabajo en ventas en la calle y aunque la compañía para la que trabaja mi esposa desde un inicio de la pandemia había decidido que iban a trabajar desde la casa, siento que como padre el estar al pendiente de la niña y darle seguimiento a su educación virtual es una tarea de los dos. Ya comenzaron las clases virtuales la semana pasada desde las 8:00 a.m. hasta las 11:30 a.m. Mientras su mamá trabaja, el escritorio lo tiene a su lado para ella estar al pendiente de la niña, velar que lo haga todo correcto y no se distraiga. Pero, ¿cómo una niña de 4 años puede ver una computadora o tableta sin pensar en ver ahí sus videos de “Peppa Pig” o “Rainbow Ruby”?, por poner algunos ejemplos. Es una labor ardua durante esas horas. Al momento, no he tenido que faltar a mi trabajo, pero estoy seguro que habrá ocasiones en las que tendré que ausentarme de mis labores para estar con mi niña.
Mientras transcurren los días y laboro, mi mente está en casa, en cómo estarán, si mi esposa estará logrando trabajar y si la niña estará atendiendo, entre otras tantas inquietudes. Otro de los retos es cuidarme en todo momento durante mi jornada laboral en la calle para no contagiarme ni contagiar a los míos. Esto es un reto grande para toda la familia, pero en el momento que la escuela decida que comenzarán de modo presencial, sería un estrés más grande para nosotros”, expresó Miguel Álvarez Maldonado, de Río Piedras.
El desafío de ser médico y madre de niños pequeños
“Trabajo con pacientes hospitalizados y muy de cerca a la exposición del COVID-19, así que prácticamente no puedo trabajar desde la casa. Necesito ir a ver mis pacientes, lo que me ha creado toda una situación porque mi horario laboral conflige con el home schooling. He tratado de conseguir a alguien que me ayude en esto, pero al momento no he tenido éxito porque hay mucha demanda de tutores, pues hay mucha gente en la misma situación. Todavía no he llegado a un acuerdo con mis jefes, estamos en esas bregando con lo que vamos a hacer. Por ejemplo, hoy tuve que faltar a mi trabajo porque no había quién se hiciera cargo de los niños, así que me he visto en la necesidad de faltar y, probablemente, mañana tenga que hacer lo mismo, dependiendo de lo que logre hacer y conseguir.
Es todo un reto, es una semana de inicio difícil, da mucha ansiedad y estrés. Esto es difícil para los papás y los niños también porque todo esto es nuevo. Obviamente, los niños tenían la ilusión de volver a la escuela y ver a sus amiguitos. Esto de la educación a distancia tiene sus retos también porque al estar en sus casas es más difícil centrarlos y que se queden quietecitos al no tener al maestro presencial. Mi nene tiene 8, está en tercer grado, y la nena que tiene 10 comenzó el quinto grado. Todavía están en esa edad que necesitan supervisión. Todos estamos aprendiendo, pues yo no soy muy tecnológica que digamos, así que estoy aprendiendo con ellos esto de las plataformas. Ha sido todo un proceso.
En cuanto a mi trabajo, estoy tratando de que me aprueben ciertas horas del día para trabajar desde casa. De no darse, no sé qué haría, pero todo se inclina a que tendría que conseguir a alguien. Debido a las circunstancias en mi vida y en mi trabajo, creo que me vería en la necesidad de enviarlos a la escuela con todas las precauciones habidas y por haber cuando decidan abrirla. Mi situación es muy particular y si yo tuviera la oportunidad de no hacerlo, me quedaría con ellos, pero no puedo. Viendo el lado positivo, dentro de todo es una oportunidad de involucrarnos más en lo que es su educación y de quizás hacer más bonding con nuestros hijos. A veces estamos tan ajetreados con la vida y ocupados con ciertas cosas, que no estamos tan de lleno como lo hacemos ahora. Ese vínculo afectivo es algo que van a recordar y yo también”, narró la Dra. Karla Colón, hospitalista con especialidad en medicina interna en San Juan.
Vital el que una persona esté al lado del estudiante
“Mi hija trabaja fuera del hogar mientras yo tengo la oportunidad de hacerlo desde mi casa. Cuando nos enfrentamos a un nuevo año escolar a distancia, nos pusimos de acuerdo para ir hasta su residencia todas las mañanas y encargarme de mi nieto de 6 años, quien cursa el segundo grado. Se le seleccionó un área en donde el niño no se entretuviera con otras cosas, tuviera un escritorio y los materiales necesarios. En cuanto al niño, ya el segundo día comenzó a llorar, pues la educación virtual no le gusta. Aparte de que no tiene la misma participación, he notado que no le gusta prender la cámara ni el micrófono cuando se le solicita. Si no hay una persona supervisando al niño, a su lado, no es lo mismo. Aunque las maestras pongan su atención, empeño y cariño es bien difícil llamar la atención de los estudiantes a través de una computadora.
Una persona al lado del niño es vital cuando son pequeños. Lo estamos manejando poco a poco con él. Lo que hacemos es que luego de cada clase lo paramos, le damos merienda y hacemos que camine para luego volver con la próxima clase. Aunque no es de nuestro agrado lo que es la enseñanza virtual, en este momento es lo más saludable”, relató Margerie Ortiz de Guaynabo.
Impartir la enseñanza a través de una pantalla
“Como profesional, como maestra no hemos parado desde el 13 de marzo pasado cuando nos enviaron para nuestros hogares. Ha sido un cambio bien drástico que, aunque yo domino la tecnología y todos los programas, el convertir las clases de un día para otro en Power Point no fue fácil. Estamos aprendiendo día a día sin parar de trabajar. El verano fue así, por más que pensamos que en el mes de julio nos íbamos a tomar un break, la mesa fue invadida por los libros de matemáticas para comenzar a preparar las clases del primer semestre. A veces me daba esa ansiedad, pues las matemáticas tienen un reto muy grande de enseñarlo a través de una computadora. No es lo mismo, ni jamás será igual tener ese contacto presencial en el salón de clases. Es frustrante.
Estoy dando clases desde mi salón. El cambio de horario de las clases que hizo el colegio para el que trabajo fue magnífico porque me da la oportunidad de tener dos horas para prepararme para el día siguiente. En ese caso el colegio lo ha trabajado muy bien y aunque salgo a las 3:00 p.m., llego más agotada que cuando salía a las 6:00 dando estudios supervisados.
Como maestra no se puede tener la preparación mensual. Me he dado cuenta de que me tengo que preparar semanal porque el ritmo acelerado que yo llevaba en el salón de clases ya no lo puedo hacer. Utilizo unas plataformas que me ayudan un poco en el proceso y que he ido integrando para evitar algunos traspiés del semestre pasado para que la jornada se haga más llevadera. Es un gran reto enseñar matemáticas por computadoras.
Como mamá es bien difícil porque mi esposo determinó que mi hija de octavo grado no va para el colegio hasta que no haya una cura de la enfermedad. Al ser maestra, el colegio me permite llevármela al salón de clases sin poder salir de ahí, pero hemos optado por que se quede en la casa. Su papá al ser profesor universitario hizo los ajustes con la universidad para quedarse tres días a la semana con ella y su hermano de 18 años se queda a cargo los otros dos días.
Llego bien cansada. El trabajo de nosotros no termina. A pesar de que el colegio hizo sus arreglos de conexión, uno de estos días salí llorando por no haber podido conectarme con mis estudiantes. Me había preparado y quería impartir la enseñanza. Aunque quiero ver a mis estudiantes, abrazarlos y estar con ellos en el salón, no podemos exponerlos. Vamos a recordar este tiempo toda nuestra vida. No es el momento de juzgarnos, todos estamos haciendo lo mejor que podemos”, reflexionó Mary Frances Sierra Vega, de Bayamón.
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