La transición de una dieta carnívora a una basada en plantas requiere educación y planificación
La transición de una dieta carnívora a una basada en plantas requiere educación y planificación
Unos piensan que es un asunto de moda fomentado por las celebridades. Otros siguen la pauta de su propia conciencia sobre el futuro del planeta. Incluso, hay personas que lo practican por sus creencias espirituales o políticas. La realidad es que la aparente popularidad que, en los últimos tiempos, han adquirido las dietas basadas en plantas se ha convertido en tema de conversación para muchos, particularmente quienes dan cuenta de sus beneficios en la salud personal, económica y global.
“Dejé de comer carne hace ya siete años y, de verdad, no la extraño para nada”, contó David Josué Montalvo, de 54 años, consultor en diseño industrial. “Ahora que lo pienso”, reflexionó, “hacer esto [practicar el veganismo] fue un regalo que me hice para esta ‘nueva vida’ que quería enfrentar con mucha fe de que todo iba a estar bien”.
En aquel momento, Montalvo trabajaba en una agencia de gobierno. Como buen puertorriqueño, se comía “hasta las piedras, todos los días”, por lo que ya estaba en sobrepeso. Su mamá es paciente cardíaca y su papá sufrió un infarto cerebral a la misma edad que él tenía cuando su médica primaria lo llamó a capítulo. “Era fumador social, consumía bebidas alcohólicas prácticamente todos los fines de semana. No me cuidaba”, confesó.
La posibilidad de convertirse en un paciente cardíaco le aterró hasta el punto de paralizarlo. “Ese shock fue bien fuerte”, admitió, mientras señaló que dos de sus cuatro hermanos ya enfrentan problemas con la diabetes y la presión alta por sus malos hábitos. “Le pregunté a la doctora qué podía hacer y me dijo, ‘tienes que empezar a tratarte mejor en todo’, y yo le tomé la palabra”, afirmó.
En principio, Montalvo quiso reclutar a algunos compañeros de trabajo en la aventura de descubrir otras alternativas de comida, aunque sin mucho éxito. Así que fue visitando varios restaurantes de comida vegana —que hace siete años eran menos que los que ahora hay en la zona metropolitana— y tuvo un momento de iluminación, mientras degustaba un plato completamente vegetariano.
“Sabía bueno. No me daba acidez ni tampoco estaba metido en un sueño insoportable a la hora y media después de haber almorzado”, repasó. Siguió investigando por su cuenta y supo que existían buenas alternativas, incluso para personas que deseaban realizar un entrenamiento físico y bajar de peso. Eso lo entusiasmó más y decidió seguir adelante.
Para Wanda María Curbelo, nutricionista y dietista licenciada (LND) y registrada (RDN), existen otras razones más allá de la moda, el planeta y las creencias.
“Hay una gran cantidad de estudios clínicos que ya han demostrado que una alimentación con menos cantidad de proteína animal es mucho más saludable. Uno de esos estudios, por ejemplo, evaluó el estado de salud de la población que profesa la fe adventista, que es completamente vegetariana, y concluyó que las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y la diabetes, en ese grupo poblacional, es menor”, explicó Curbelo.
La Academia de Nutrición y Dietética de Estados Unidos asumió una postura con respecto a las dietas basadas en plantas desde 2016 que, según recalcó Curbelo, no ha cambiado. Básicamente, establece que “las dietas vegetarianas adecuadamente planificadas, incluidas las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y el tratamiento de ciertas enfermedades”. Curbelo concurrió con esta opinión.
“La alimentación basada en plantas tiene muchas variedades. La nueva tendencia es utilizar, precisamente, el término ‘basado en plantas’ para hacerlo mucho más amplio y alejarse de prácticas religiosas, espirituales, o culturales”, aclaró. “Esta práctica está ampliamente aceptada, tanto como la dieta mediterránea, que ya ha probado científicamente sus beneficios, como mejoría en la salud cardiovascular y reducción en el riesgo de diabetes, cáncer y enfermedades del sistema gastrointestinal”, señaló.
No obstante, la especialista aclaró que no todas las plantas se pueden incorporar a este régimen. Incluso, hay personas que se reconocen como “vegetarianas”, pero tienen exceso de peso. “Una persona puede decir ‘no como carne ni animales’, pero, al evaluar su alimentación, comen harinas refinadas, incluyendo las pastas, que no son del todo saludables”, comentó.
“La dieta basada en plantas debe incluir frutas, vegetales, granos integrales, tubérculos altos en fibra —como el ñame o la yuca— y se incluyen, también, las nueces y las semillas como parte de ese régimen”, añadió. “Algunos pueden consumir algún tipo de huevo o carnes de aves o pescado, en muy pocas cantidades, o sea, que deben predominar los alimentos que provienen de las plantas, y lo que se consuma de proteína animal sea bien poco”, enfatizó.
Por separado, Montalvo concurrió con la licenciada Curbelo en su apreciación sobre el tema.
“Me parece que le hago un favor al mundo cuando como mucho más sano, aparte de que contribuyo a la economía local porque le compro a los agricultores de aquí”, indicó. En 2019, la Organización de las Naciones Unidas señaló que “la huella ecológica de la producción y el consumo de carne … contribuye significativamente al total de emisiones humanas de gases de efecto invernadero” que, en aquel entonces, ya iba por un 14.5 por ciento.
La licenciada Curbelo enfatizó en que los beneficios superan a los riesgos, cuando se asume este régimen. “Existen muchas alternativas, pero no todas funcionan igual. Siempre, el consejo de un especialista en nutrición y dietética es la mejor opción para tener éxito en esa misión, que puede ser por salud, pero, igualmente, por conciencia y por amor a nuestro planeta, que ya está bastante maltrecho”, finalizó diciendo.
Para Montalvo, la transición fue drástica, por lo que tuvo momentos en los que “flaqueó” por falta de alternativas. “Aquellas primeras Navidades fueron terribles”, dijo, con una gran carcajada. Recordó que, en una fiesta navideña a la que fue por insistencia de sus colegas de trabajo, vio la mesa y se espantó.
“Por no hacer el feo allí, me serví dos pedazos de papa, un pedacito de pernil que no tuviera grasa y el resto fue ensalada, ensalada, ensalada”, rememoró. “Tan pronto llegó enero, fui a una nutricionista y trabajamos un régimen para evitarme ese mal rato”, indicó.
Para una transición mucho más efectiva que la de Montalvo, la licenciada Curbelo enumeró algunas de las recomendaciones generales que comparte con sus pacientes.
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