La resiliencia requiere que seamos compasivos con nosotros mismos
La resiliencia requiere que seamos compasivos con nosotros mismos
¿Conocen la filosofía japonesa conocida como “kintsugi “? Esta palabra significa “reparar con oro”, y describe una técnica que se remonta al Japón del siglo XV. Esta se practica cuando alguna pieza de cerámica se rompe, y, en vez de desecharla, se vuelven a pegar las piezas. Pero, luego de pegarlas, las grietas que quedan a raíz de la ruptura son rellenadas con laqueado mezclado con oro, plata o platino. El resultado es una obra de arte que, si bien jamás va a ser igual a la pieza original, refleja, de una manera hermosa y creativa, la historia de ese objeto: un día se rompió, pero hoy permanece.
La mayoría de nosotros nos hemos roto en algún momento. Hay heridas que son visibles, pero la realidad es que la mayoría de ellas solo las conocen quienes las llevan por dentro. La oportunidad de hacer “kintsugi” emocional nos permitiría, entonces, transformar esos espacios que se han roto, esas heridas que nos quedan, en homenaje a nuestra capacidad de resiliencia, de sanación y de renacimiento, luego de habernos quebrado de alguna forma. ¡Ojalá los seres humanos pudiésemos pintar con dorado o plateado nuestras grietas! Sí, la cosa es más complicada para nosotros, pero eso no quiere decir que no se pueda.
Podemos definir la resiliencia como esa capacidad de levantarnos después que la vida nos ha tumbado de alguna forma. Pero, para mí, más que meramente levantarnos, significa levantarnos más fuertes de lo que éramos cuando caímos, con mayor seguridad en nosotros mismos, con un propósito más definido y mucho más maduros emocionalmente. ¿Qué hace que algunas personas sean más resilientes que otras? ¿Por qué, ante momentos duros en la vida, hay quienes se levantan y no solo caminan, sino que corren, mientras que otros se quedan en el suelo, convirtiéndose en víctimas de sus circunstancias?
La crianza puede tener que ver con el asunto. Los niños aprenden a través del modelaje de aquellos que los rodearon durante sus años de crecimiento. Se observa y se imita. Esto quiere decir que, si quienes te criaban superaban, fortalecidos, sus pérdidas y, además, te validaban cuando atravesabas por momentos difíciles como niño o adolescente, es natural que crezcas con más herramientas para manejar momentos difíciles. Claro, esto no explica por qué, a veces, entre hermanos y hermanas que se crían bajo las mismas circunstancias, puede haber diferencias en los niveles de resiliencia. Sin embargo, lo cierto es que es posible fortalecer nuestros niveles de resiliencia a cualquier edad.
A continuación, comparto algunas características de las personas resilientes que podemos comenzar a fortalecer:
La práctica del mindfulness o aprender a vivir en el momento, nos ayuda a identificar cuando nuestras mentes se están yendo al pensamiento catastrófico, ese que solo ve lo peor en cada circunstancia. Observar la mente en el presente no solo activa el optimismo, sino que también nos permite reconocer que hemos atravesado por momentos difíciles antes y los hemos superado. Por lo tanto, tenemos lo que necesitamos para superar este también.
Las personas resilientes reconocen el poder de la energía grupal. Hablar con otros y compartir lo que estamos sintiendo, no solo nos recuerda que no estamos solos, sino también, que, al hacerlo, nos abrimos a la posibilidad de intercambiar ideas que pueden ayudarnos a encontrar soluciones que no hubiésemos encontrado encerrados en nuestro dolor.
La resiliencia requiere que seamos compasivos con nosotros mismos; que, en momentos difíciles, no nos exijamos demasiado; y que entendamos que hacemos lo que podemos y, en el proceso, validamos cada logro, por más pequeño que nos parezca.
En momentos difíciles, es natural que surjan emociones como el coraje, el miedo y la ansiedad, entre muchas otras. Muchos buscan reprimirlas, entendiendo que son negativas, pero la resiliencia reconoce estas emociones como completamente naturales y, en vez de reprimirlas, busca canalizarlas y transformarlas en fortaleza.
Esta última característica de los resilientes los ayuda a no perder tiempo y energía en aquello que nada va a aportar a la situación que se vive y sí a enfocarse en aquello que se puede controlar para comenzar a mover nuestra vida en una nueva dirección luego de este momento difícil.
La vida es un constante proceso de ganancias y pérdidas. Las pérdidas, los obstáculos y los momentos grises siempre son posibles. Pero, estoy segura de que, fortaleciendo tu capacidad para la resiliencia, vas a poder manejarlos y salir de ellos más fuerte de lo que entraste. ¡Voy a ti!
La autora es “coach” de empoderamiento, tanatóloga, conferenciante y colaboradora de MCS.
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