Es clave en el tratamiento del VIH
Es clave en el tratamiento del VIH
Hace más de 37 años que Rocío (nombre ficticio) fue diagnosticada con VIH, en un tiempo en el que la enfermedad cobró la vida de miles de pacientes que se enfrentaban a un virus despiadado que marcó la humanidad a nivel global.
Para ese entonces, la mujer impartía clases en una escuela elemental de la zona sur y llevaba una rutina tranquila con sus dos niñas de 8 y 10 años, cuando recibió la dura noticia de que portaba una enfermedad que cambió radicalmente el curso de sus días.
A sus 78 años, la educadora retirada compartió sus vivencias a raíz de un diagnóstico que llegó como ladrón en la noche durante el primer trimestre de 1987.
“Yo tenía un esposo que, en cierto momento, se metió en las drogas. Entonces, se puso promiscuo y, tal vez, cogió la enfermedad con algún compañero adicto. En un momento dado, tuvimos relaciones; yo no quería, pero cedí para que no me molestara más. Ahí fue que me contagié [con VIH]”, recordó.
Fue en el plantel donde trabajaba que se topó con una madre que tenía una situación similar, “con un esposo que era adicto crónico”.
“Esa madre estaba medio dudosa de que tenía el virus. Me dijo: ‘Vamos a hacernos la prueba’. Entonces, fuimos al [desaparecido] hospital Valentín Tricoche, en Ponce, con mis dos nenas y allá nos hicimos la prueba”, relató.
“Cuando fui a recoger el resultado, el oficial que me atendió me dijo: ‘Las nenas están bien, pero tú, quédate’. Yo dije: ‘Ay, Dios mío”, confesó.
En ese entonces, el miedo invadió a Rocío, que solo pensaba en el futuro de sus hijas, aún pequeñas.
“Tenía miedo, porque, como en aquella época muchas personas se estaban muriendo [por la enfermedad], pensé: ‘De esta me voy a morir. ¿Qué va a ser de mis hijas? ¿Quién me las va a cuidar?”, contó.
Sin embargo, sus retoños se convirtieron en el motor que le dio fuerzas para luchar por su vida y someterse a un tratamiento contra el VIH.
“Después se lo conté a mi hermana mayor y fui a un infectólogo, el cual me aconsejó para que continuara con mi vida. Entonces, desistí de ir más allá porque cada vez que iba eran $40 y para mí era difícil conseguirlos”, lamentó.
Unos meses más tarde, Rocío comenzó a experimentar sintomatología viral con una fiebre extremadamente alta, mientras hacía los informes finales de sus estudiantes.
“La enfermedad me reventó en mayo de 1987, unos meses después del diagnóstico. Estaba en la escuela haciendo los informes finales y cuando llegué a casa estaba grave, con una fiebre alta. Entonces, vino un familiar, me examinó y me dijo: ‘Tienes pulmonía’ y en una semana rebajé 23 libras”, mencionó.
“Fue entonces que empecé a ir a la Clínica de Inmunología en el antiguo Hospital de Distrito en Ponce porque, mientras tanto, no fui a ningún lado. Ahí me empezaron a dar pastillas [antirretrovirales] diariamente”, agregó.
Así las cosas, su situación de salud fue mejorando, al punto de que el director de la escuela donde trabajaba la instó a regresar a sus labores, “que me iba a ayudar”.
“No me iba a poner a bregar con los estudiantes, sino en la oficina. Pero otras maestras me aconsejaron que no regresara porque ‘esos muchachos te van a matar’. Yo estaba en una condición crítica, a pesar de que había mejorado bastante. Ellas me aconsejaron retirarme y solicitar la incapacidad. Así lo hice”, apuntó.
A casi cuatro décadas del diagnóstico, Rocío reconoce que la clave para el éxito en su tratamiento ha sido “no fallar ni un solo día”.
“Siempre me he mantenido con el tratamiento en pastillas. Nunca he ido al hospital a recluirme por la enfermedad, nunca. Ahora mismo, estoy con un medicamento nuevo que es un éxito. La enfermedad me sale no detectable y así llevo muchos años”, asintió al mencionar que “me hacen los laboratorios cada cuatro meses para cuestiones del plan médico que me lo exige”
Otro de sus secretos es “mantener una actitud positiva hacia la vida”.
“Siempre hay su estigma y discrimen, pero es de personas ignorantes que desconocen muchas cosas y, entonces, se creen que si me tocan, se enferman. Todavía hay discrimen, pero yo me mantengo tranquila, no estoy divulgando nada. Muchos lo saben, pero tengo amistades que todavía no lo saben; a mí eso me resbala”, acotó.
“Tuve una maestra que me asesoró mucho, que me dijo: ‘No te apures que tú vas a ver a tus hijas realizadas como profesionales y vas a ver a tus nietos’. Y así ha sido, tengo a mis dos hijas profesionales y tres nietos”, expuso.
Entretanto, recomendó a otros pacientes que “no bajen la guardia, que sigan cuidándose, que tengan una calidad de vida mejor que la que tenían antes. Eso también ayuda”.
La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.
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