

Mucho se habla del virus de la hepatitis C, enfermedad que afecta peligrosamente el hígado. Pero, el desconocimiento no exime a las personas del riesgo de contraer la enfermedad. Por eso, es necesario concientizar acerca del peligro de no prevenir su transmisión o no hacerse las pruebas de detección a tiempo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, se producen 1.5 millones de nuevas infecciones. Además, 58 millones de personas padecen infección crónica de hepatitis C, unos 32 millones de adolescentes y niños han sido infectados de forma crónica por este virus y, tan solo en el 2019, fallecieron 290 mil personas debido a la hepatitis C, sobre todo por cirrosis y carcinoma hepatocelular (cáncer primario de hígado). Con este panorama, es importante que la población conozca al enemigo al cual se está enfrentando.
La hepatitis C es una infección que comprende la inflamación del hígado y sus manifestaciones pueden ser agudas, lo que significa que son de corta duración, o crónicas, que son de larga duración.
La hepatitis aguda se caracteriza porque el paciente presenta síntomas que pueden durar hasta seis meses y, entonces, desaparecen porque el cuerpo mismo fue capaz de combatir la infección. Sin embargo, cabe mencionar que la mayoría de las personas con una infección aguda terminan padeciendo luego una infección crónica.
En el caso de la infección crónica, esta se caracteriza por ser de larga duración y, si no es tratada, puede prolongarse durante toda la vida y puede llevar a padecer de graves problemas de salud como daño al hígado, cirrosis (cicatrización del hígado), cáncer de hígado e incluso la muerte.
Los síntomas específicos que puede presentar un paciente con hepatitis C son: orina de color amarillo oscuro, fatiga, fiebre, dolor en las articulaciones, náuseas y vómitos, dolor abdominal, heces grises o color de arcilla; e ictericia, que es cuando los ojos y la piel se tornan amarillentos.
Algunas personas con hepatitis C aguda tienen síntomas entre el primer y el tercer mes después de haber estado expuestos al virus. En el caso de los pacientes con hepatitis C crónica, es probable que no tengan síntomas hasta que se presenten las complicaciones, y esto pudiera ocurrir décadas después de su infección.
Por esta razón, la prevención es la mejor vía para atender la hepatitis C y, para eso, es importante conocer cómo se propaga este virus.
El virus de hepatitis C se propaga a través del contacto con la sangre de alguien infectado. Ese contacto puede ocurrir en diversos escenarios, tales como:
Por estas razones, las personas que están más a riesgo de contraer hepatitis son los usuarios de drogas, personas transfundidas o que tuvieron un trasplante de órganos antes de julio de 1992, pacientes de hemofilia que recibieron factor de coagulación antes de 1987, personas que se han sometido a diálisis renal, personas que han estado en contacto con sangre o con agujas infectadas, personas con tatuajes o perforaciones en su cuerpo, personas que han trabajado o vivido en una prisión, niños nacidos de madre con hepatits C, pacientes de VIH, personas que han tenido más de una pareja sexual en los últimos 6 meses, pacientes con alguna enfermedad de transmisión sexual y hombres que han tenido sexo con hombres.
Información de MedlinePlus, servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, y la Organización Mundial de la Salud recopilada por la periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable Cesiach López.
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