Desde planificar, y desarrollar paciencia y empatía para ese familiar al que cuidamos, hasta educarse en cómo realizar las tareas de cuidado, son acciones que facilitarán el proceso
Desde planificar, y desarrollar paciencia y empatía para ese familiar al que cuidamos, hasta educarse en cómo realizar las tareas de cuidado, son acciones que facilitarán el proceso
Como parte del Mes del Cuidador, compartimos nuestras experiencias como cuidadoras y ofrecemos los consejos que han resultado ser útiles para nosotras y nuestra familia.
Lily García (LG): A mí me ha tocado un año difícil debido al cuidado de mami. Agraciadamente, ya ella está mucho mejor, pero hubo un momento en el cual me sentí agotada y quemada, y me recordó lo que experimentamos hace varios años con el cuido de nuestra tía Annie.
Marian Pabón (MP): Sí, con Annie fue difícil porque ella dependía de nosotros completamente y, al principio, era una queja constante. Yo tuve que desarrollar mucha paciencia, pues, luego de más de un mes hospitalizada, ella no sabía cómo caminar sola, y, como se había caído, le tenía pánico a intentarlo.
LG: Yo no sé qué fue más difícil para mí: si manejar el proceso de cuido, o el tiempo que me tomaba hacer el itinerario de nosotras cuatro (mi, prima hermana de Mariam; mi hermana, Mariam y yo), y poder cuadrar con nuestros itinerarios y los cambios que surgían de día a día. Fue mentalmente drenante para mí.
MP: Fue un proceso duro. Fueron casi seis meses y, como ella nunca tuvo hijos, éramos nosotras, las sobrinas, las cuidadoras. A cada una le tocaba ir de tres a cuatro días en semana por cuatro horas, y, gracias a Dios, pudimos contratar a una cuidadora que nos relevaba algunas noches. Aprendí que, si uno no se ocupa de tomarse un descanso, se descompensa física y emocionalmente. Es importante que todo cuidador, en la medida en que se le haga posible, se adiestre con alguien que sepa cómo trabajar con personas encamadas, y cómo cambiarles los pañales, bañarlas en la cama y levantarlas, porque, cuando no se tiene idea de cómo hacerlo, el proceso es más difícil; se puede, pero es más duro.
LG: Recuerdo que tú terminaste con bursitis y espasmo en el cuello. Todas teníamos problemas de espalda. Estoy de acuerdo contigo; es importante aprender cómo hacer las cosas correctamente para ese familiar que tanto lo necesita. Y no olvidemos la parte emocional, pues también hay que darle atención. Cada una de nosotras la cuidaba con mucho amor, pero nuestros estilos eran diferentes. Ni tú ni yo, por ejemplo, nos atrevíamos a ponernos fuertes con ella para que perdiera el miedo a levantarse y a caminar.
MP: Así mismo. Si no hubiese sido por mi hermana Margie, Annie jamás se hubiese levantado de esa cama. A ella le tocó ser la “mala”. Annie podía caminar sola, pero tenía un miedo terrible a caerse y ese miedo la paralizaba. Fue Margie la que le dijo un día: “Para esta semana, necesitamos que te atrevas a caminar hasta el inodoro portátil que tienes al lado de la cama. Ya llevamos seis meses en esto, y necesitamos tu ayuda”. No le habló a mi hermana por un par de días porque le dio mucho coraje. Pero, ese mismo coraje fue el que la llevó a levantarse para probarnos que ella sí podía.
LG: Eso nos alivió muchísimo la tarea y, poco a poco, empezó terapias y se fue normalizando la situación. Sus últimos dos años de vida los vivió con limitaciones, pero podía valerse por ella misma la mayor parte del tiempo.
MP: Con mami, el año pasado fue bien distinto, pero también difícil. Cuando se cayó y se rompió la pelvis, mami vivía sola a los 92 años. No había manera de que mi hermana y yo pudiésemos atenderla encamada; era físicamente difícil. Entre ella, mi hermano, que vive fuera de Puerto Rico; y yo, pudimos resolver económicamente para tener tres cuidadoras con ella.
LG: Sé que la responsabilidad mayor le tocó a tu hermana porque, en medio de ese proceso tan difícil, llegó tu diagnóstico de cáncer de seno y comenzaste las quimioterapias. Recuerdo que te sentías bien culpable porque no podías dedicarle a tu mamá el tiempo que hubieses querido.
MP: Es que las quimios me tumbaban como por dos semanas y lo que tenía, antes de la próxima [quimioterapia] para ver a mami, eran días. El trauma de la caída le causó un proceso de demencia que, a veces, hacía bien complicado manejarla. No fue sencillo. A los cuatro meses, la perdimos, pero ya descansaba. Verla sufrir era muy doloroso para todos.
LG: En todo este proceso, aprendí que hay que comenzar a ahorrar y planificarse para cuando seamos nosotras a las que tengan que cuidar. Pienso que es un acto de compasión hacia nuestros seres queridos, que les aliviemos esa carga que es tan emocional y económicamente drenante. Después de todo, hay una gran probabilidad de que a todos nos va a tocar, en algún momento, ser cuidadores o ser cuidados.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: