Aunque las expectativas de esta condición son difíciles de predecir, el seguimiento médico es esencial
Aunque las expectativas de esta condición son difíciles de predecir, el seguimiento médico es esencial
La espondilitis anquilosante (AS) no es solo dolor y entumecimiento de la espalda. Esta condición es una artritis inflamatoria, cuya manifestación más conocida es dolor de espalda; sin embargo, está asociada a muchos otros síntomas y posibles complicaciones de salud.
La AS es una enfermedad del sistema inmune, lo que significa que se desata por el efecto del sistema de defensa atacando nuestro cuerpo. La inflamación se produce cuando nuestro sistema inmune (defensa contra infecciones) pierde su autocontrol y ataca partes de nuestro cuerpo, causando daño en la espalda, articulaciones envueltas y otros órganos.
Este tipo de condiciones se conocen como artritis autoinmunes y tienen un componente hereditario, lo que significa que pueden afectar a otros miembros de la familia consanguínea. La espondilitis anquilosante es más común entre los hombres, afectándolos, a su vez, con mayor severidad.
La enfermedad provoca hinchazón entre las vértebras y las articulaciones, entre la columna vertebral y la pelvis. A largo plazo, esto puede causar restricción en el movimiento de la espalda (anquilosis). Los ligamentos que normalmente mantienen la espalda en posición y le permiten moverse, doblarse y girar, se inflaman y pierden su movilidad, produciendo una espalda rígida como una varilla.
Además, el proceso de inflamación puede afectar las caderas, la caja torácica, los dedos de los pies y otras articulaciones como hombros, rodillas, muñecas y los tendones o ligamentos. Otros órganos afectados fuera del sistema musculoesqueletal incluyen: los ojos y el corazón, el intestino, los pulmones y, en ocasiones, la piel. La espondilitis anquilosante es una enfermedad persistente o crónica. La severidad de esta condición y, por lo tanto, el daño en las articulaciones, así como la limitación en movimiento, va a variar de persona a persona.
Los primeros síntomas de dolor y rigidez en la espalda típicamente comienzan después de la adolescencia o en la temprana adultez, o sea entre los 16 y los 40 años. En raras ocasiones, la enfermedad puede presentarse en la niñez; en estos casos, presenta con inflamación de las rodillas y las caderas, y luego la espalda. Los síntomas evolucionan lentamente, presentando dolor de espalda persistente, que mejora con ejercicio y empeora en reposo, y comúnmente asociados con dolor nocturno, particularmente en los glúteos.
No se conoce con exactitud la frecuencia con la que ocurre esta condición entre los puertorriqueños. Históricamente, afecta con más frecuencia ciertas poblaciones y razas, por ejemplo, hombres blancos en Estados Unidos, turcos y personas de ascendencia europea mediterránea. No se conoce a ciencia cierta la causa, pero se cree que los genes heredados pueden tener un rol. Se ha identificado un gen asociado con la condición, el HLA-B27. Las personas que han heredado este gen, tienen un riesgo mayor de desarrollarla. Entre los factores de riesgo para desarrollar la enfermedad se incluyen antecedentes familiares de espondilitis anquilosante y ser de sexo masculino.
Estos tratamientos han demostrado que mejoran los síntomas de la espondilitis anquilosante, particularmente el envolvimiento de la columna. La cirugía se lleva a cabo si el dolor o el daño de las articulaciones es severo. Los ejercicios pueden ayudar, así como prestar atención a postura correcta y realizar ejercicios de respiración. Del mismo modo, acostarse boca arriba en la noche puede ayudar a mantener la postura normal.
El curso de la enfermedad es impredecible y los síntomas pueden aparecer y desaparecer en cualquier momento. La mayoría de los pacientes que reciben un tratamiento temprano y apropiado se mantienen funcionales e independientes.
La enfermedad no tiene cura, pero las medicinas pueden aliviar el dolor y controlar los síntomas y disminuir el progreso del daño articular.
Po lo antes mencionado, el diagnóstico temprano y el tratamiento adecuado pueden ayudar a controlar el dolor y la rigidez asociadas con la ES y reducir o prevenir una mayor deformidad y discapacidad.
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La autora es reumatóloga con práctica en Aguada y miembro del Colegio Americano de Reumatólogos. Ha fungido en el pasado como presidenta de la Asociación de Reumatólogos y es la vicepresidenta actual de la Fundación FER, Fundación Puertorriqueña de Enfermedades Reumáticas y catedrática auxiliar del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico.
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