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No siempre las cosas salen como queremos. Los retos de la vida y los logros que alcanzamos requieren perseverancia y la capacidad de manejar los obstáculos que surgen en el camino. Cuando nos sorprende algo que no esperábamos, no entendemos, no nos gusta y amenaza el logro de lo que queremos, surge la frustración. La frustración es una reacción muy común. Es una emoción que produce gran malestar y usualmente está acompañada por la percepción de que no tenemos el control, las destrezas, el conocimiento o la capacidad de vencer el obstáculo y lograr la meta.
La tolerancia a la frustración es la capacidad de sobrellevar el malestar que producen los contratiempos y de no abandonar las metas o tareas y mucho menos tornarse agresivos o depresivos. La capacidad para tolerar la frustración se va aprendiendo y desarrollando, no nacemos con ella. Se aprende por la enseñanza, el modelaje y la práctica. Por otro lado, si nuestros padres y cuidadores son de sobreproteger y de resolvernos los problemas para que no suframos se pierden las oportunidades de desarrollar la confianza en lograr las metas. En la adversidad crecemos y maduramos.
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