Vivir con diabetes puede resultar abrumador, pero muchos de los pasos necesarios para evitar una complicación pueden ayudarte a prevenir las otras
Vivir con diabetes puede resultar abrumador, pero muchos de los pasos necesarios para evitar una complicación pueden ayudarte a prevenir las otras
La diabetes, la enfermedad renal y la cardiovascular son condiciones que frecuentemente coexisten. Cada una promueve el desarrollo y empeora el pronóstico de las otras, creando un círculo vicioso.
La diabetes es la causa más común de enfermedad renal. Por otro lado, la enfermedad renal y la diabetes aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. La prevalencia de estas condiciones va en incremento dado el envejecimiento de la población, el aumento en obesidad y la prolongación de la sobrevida de las personas afectadas.
La enfermedad renal diabética afecta hasta al 40 % de las personas que viven con diabetes y es una de las principales causas de mortalidad. Los riñones están compuestos por nefronas que filtran la sangre, eliminan los desperdicios del cuerpo y controlan el equilibrio de líquidos.
En personas con diabetes, estas nefronas se engrosan y, con el tiempo, cicatrizan, disminuyendo la capacidad de filtración del riñón y provocando que se pierda proteína en la orina.
Muchas personas desconocen que tienen enfermedad de los riñones, pues, usualmente, es asintomática hasta que un 80 % de la función renal se ha perdido. Aún sin síntomas, esta puede progresar y aumentar el riesgo de enfermedad renal crónica o fallo renal total, requiriendo diálisis o trasplante. El monitoreo de la proteína albúmina en la orina y el nivel de función renal, al menos anualmente, es fundamental para detectar la condición antes de que progrese.
La diabetes también es un factor de riesgo importante para desarrollar enfermedades cardiovasculares, siendo esta la principal causa de muerte en las personas con diabetes.
La enfermedad cardiovascular incluye enfermedades de las arterias coronarias o periféricas, y accidente cerebrovascular. Ocurre por la acumulación de placas de colesterol y daño a las paredes de las arterias, disminuyendo el flujo sanguíneo al corazón, cerebro y/o arterias periféricas.
Puede ocurrir, además, la cardiomiopatía, en donde el músculo cardíaco puede volverse grueso o rígido; o la insuficiencia cardíaca, en la que el corazón no bombea suficiente sangre al resto del cuerpo.
La enfermedad cardiovascular puede ser asintomática o presentarse con síntomas como dolor de pecho, dificultad respiratoria, mareos, pies o tobillos hinchados, y problema con la frecuencia o el ritmo de los latidos cardíacos, entre otros.
Condiciones como la obesidad, la hipertensión, el colesterol malo (LDL), los triglicéridos elevados o niveles de colesterol bueno bajos (HDL), aumentan el riesgo de desarrollar tanto la enfermedad renal como cardíaca.
Otros factores de riesgo son: historial familiar, hiperglucemia, fumar, sedentarismo, dieta alta en grasas saturadas o trans y consumo de alcohol.
El enfoque más efectivo para reducir el riesgo de enfermedad renal o cardiovascular es controlar estas condiciones y factores de riesgo.
Mantener los niveles de glucosa controlados con una hemoglobina glucosilada menor de 7 % y la presión arterial menor de 130/80 mmHg pueden reducir el riesgo de complicaciones. Sin embargo, estas metas pueden variar y deben individualizarse para cada persona.
Vivir con diabetes puede resultar abrumador, pero, muchos de los pasos necesarios para evitar una complicación pueden ayudarte a prevenir la mayoría de ellas. Realizar cambios de estilo de vida, manteniendo una dieta saludable, reduciendo la cantidad de calorías, sodio, alimentos procesados, azúcares refinadas, grasas saturadas o trans y aumentando el consumo de frutas, vegetales y granos integrales, así como ejercitarse, al menos, 150 minutos semanales, perder entre el 5 y el 10 % de peso, en caso de sobrepeso u obesidad, y evitar fumar o consumir alcohol en exceso, pueden resultar en un impacto positivo.
Existen medicamentos para reducir el riesgo de desarrollar estas complicaciones. Entre estos se encuentran los inhibidores del sistema renina-angiotensina para personas con hipertensión y proteína en la orina, las estatinas para disminuir el colesterol LDL y triglicéridos o un antagonista del receptor mineralocorticoide.
Además, existen medicamentos inicialmente aprobados para manejar la diabetes tipo 2 que también proveen beneficio renal y cardiovascular, como los inhibidores del cotransportador de sodio-glucosa tipo 2, que disminuyen la absorción de glucosa en los riñones; y los agonistas del receptor GLP-1, que imitan una hormona que ayuda al páncreas a producir insulina.
Se recomienda su uso en personas con diabetes e historial de eventos cardiovasculares ateroscleróticos como angina, infarto cardíaco, enfermedad arterial periférica, accidente cerebrovascular o que tengan múltiples factores de riesgo. En personas sin este historial o factores de riesgo, el uso de aspirina no está recomendado rutinariamente.
El seguimiento médico y monitoreo de los niveles de glucosa, presión arterial, hemoglobina glucosilada, función renal, proteína en orina, panel de lípidos, entre otros biomarcadores o estudios es vital para detectar estas condiciones y tratarlas a tiempo.
La autora es endocrinóloga en entrenamiento.
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