Desde el diagnóstico de cáncer de seno de su esposa, Sandra Ivelisse Olavarría Santiago, Ángel Luis Fontánez Ortiz no ha soltado su mano
Desde el diagnóstico de cáncer de seno de su esposa, Sandra Ivelisse Olavarría Santiago, Ángel Luis Fontánez Ortiz no ha soltado su mano
Acompañar a su esposa, Sandra Ivelisse Olavarría Santiago, a enfrentar el proceso del cáncer de mama, se convirtió en el cumplimiento de una promesa que hiciera Ángel Luis Fontánez Ortiz frente al altar, cuando contrajeron matrimonio hace casi 24 años.
Así demuestra su amor por la mujer que una vez juró amar “en las buenas, en las malas, en la salud y en la enfermedad”, palabras que no solo forman parte del ritual tradicional, sino que se transformaron en un oasis de esperanza en medio de la prueba.
El inesperado diagnóstico trastocó la rutina de la pareja en 2020, cuando el mundo asimilaba la pandemia del COVID-19 y justo dos años después del fallecimiento de su madre, Susana Santiago, quien perdió la batalla contra la enfermedad.
“Yo estaba bien saludable. [Me enteré] por una mamografía de seguimiento porque, cuando mi mamá cayó con cáncer, aunque me hacía cernimiento regularmente, salí con un pequeño hallazgo. Cuando me vuelven a hacer otra mamografía, pues, ahí me indican que tenía que hacerme una biopsia, que salió positiva”, recordó la también madre de cuatro hijos.
Como parte del proceso, según Olavarría Santiago, “me hicieron tres cirugías, entre estas, una mastectomía y reconstrucción del seno”.
“Para la mastectomía, me puse bien malita porque la presión me bajó mucho. Pero, gracias a Dios y a la fe que siempre mantuve junto con mi familia, me recuperé bien. En casa no me dejaban hacer nada. Ellos hacían todo”, señaló sobre el rol que asumieron su marido y sus hijos luego de la cirugía.
“De verdad que mi cirugía, mis cicatrices están cicatrizadas bien bonitas porque no hice ningún esfuerzo y como estuve trabajando remoto todo el tiempo, pues eso también me ayudó mucho”, sostuvo la fémina de 54 años, quien labora en servicio al cliente de una aseguradora de salud.
Al hablar sobre el apoyo que recibió de su familia, especialmente de su esposo, Sandra recordó que “yo nunca fui sola a las visitas al médico y no lo dejaban entrar [por la pandemia], pero él siempre se quedaba esperándome afuera”.
“Su apoyo fue crucial en esos momentos porque, a veces, uno se siente menos; uno cae en depresión, porque uno se cuestiona cómo se va a ver en el espejo; cómo él me verá. A veces, las mujeres se quedan solas porque sus maridos las dejan, simplemente, por el diagnóstico y yo lo veía a él todo el tiempo. Hasta en la cirugía fue mi enfermero”, confesó.
“Ese apoyo es crucial en esos momentos porque, no necesariamente, es el apoyo de los hijos, sino de la pareja que te hace sentir bien, y te llena de ánimo y de ganas de vivir. Mi esposo siempre me dio aliento con su palabra, [fue] bien positivo; el amor y todo el cariño que me brindó -y que todavía me brinda-, porque seguimos en pie de lucha; esto no se ha acabado, y siempre lo tuve a él”, relató la mujer, que también tiene tres nietos.
Igualmente, admitió que el sostén de sus hijos y sus amigas “ha sido crucial”.
“A veces, uno se siente solo, aunque esté acompañado, pero con esa persona a tu lado que te sigue dando ánimo, a echarle mano a la vida. Ese apoyo es lo fundamental en estos momentos del proceso porque hay procesos que son cortos y otros bien largos”, manifestó.
Por su parte, Fontánez Ortiz, de 60 años, recordó que, “cuando nos casamos frente al altar, ante el juez y ante Dios, yo le hice una promesa de que estaría con ella en las buenas, en las malas, en la enfermedad, en todo, como está escrito en la palabra, y ese compromiso lo he seguido llevando al pie de la letra”.
“Cuando uno va a la iglesia y sigue escuchando tantas cosas de Dios, uno tiene que acogerse a sus mandamientos y amar a su prójimo como a sí mismo. El prójimo no es otro, sino el que está en tu hogar: padre, madre, hermanos, hermanas, esposa, hijos”, exclamó.
En tanto, instó a “nunca dejar a la persona que está convaleciendo”.
De otra parte, Olavarría Santiago todavía sigue su proceso, “con las pastillas por cinco años. Ya, por lo menos, la cirujana oncóloga me dio de alta. Yo sigo con mi oncóloga”.
Asimismo, reconoció la ayuda recibida a través de la organización Susan G. Komen de la que, más adelante, se hizo voluntaria.
“Es una organización que nos apoya, nos escucha, nos da la mano. Nosotros tenemos tantas cosas en cuanto al diagnóstico porque son tantos servicios médicos que tenemos que hacernos y, a veces, no sabemos. Ellos nos orientan, nos dan la mano y nos guían para que tengamos un norte”, aseveró.
“La palabra ‘cáncer’, cuando te la dicen por primera vez, [te dan] nervios, pero ahora es una transformación; es un renacer de las cenizas como el ave fénix. Uno resurge y se hace más valiente; se llena de mucho ánimo y amor a la vida, sobre todo, al amor propio, porque uno se tiene que mirar, aunque tenga las cicatrices, uno tiene que saber que estás viva”, concluyó.
La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.
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