

La aprobación de tres vacunas en contra del COVID-19 ha llevado a muchos a anunciar el comienzo del fin de la pandemia. Al mismo tiempo, han surgido dudas y preocupaciones en la población general. El experimentar temor ante los posibles efectos adversos de cualquier medicamento o terapia médica es completamente normal. Muchos buscamos consejos de nuestros proveedores de salud, algunos recibimos información de los medios de comunicación y otros buscan información de manera individual. Aún cuando los beneficios de vacunarse contra el COVID-19 parecen ser obvios, hay un grupo de personas que se niegan rotundamente a ser vacunado. Esto se conoce como “reticencia a las vacunas”.
La reticencia para vacunar es un fenómeno nuevo, pero tomó auge en 1998, luego de un artículo donde vinculaba una vacuna en particular con un desorden del desarrollo infantil. Dos años más tarde, el artículo fue retirado y el científico principal acusado de violaciones a los cánones éticos. Esto se suma a la creciente información sobre la vacuna en redes sociales y que, en muchas ocasiones, es incorrecta.
Hay múltiples causas, pero las más comunes son: desconfianza entorno a la seguridad y desarrollo de las vacunas, temor a los efectos secundarios y percepción de bajo riesgo en caso de infectarse.
El riesgo de contagiarse con el virus causante del COVID-19 es distinto para todos, pero la mayoría de las personas siguen siendo susceptibles. Según modelos recientes de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) sabemos que hasta un 59% de las personas asintomáticas son los que están transmitiendo el virus que causa el COVID-19. Es por esto, que la vacunación tiene un efecto importante aun en aquellos de bajo riesgo pues permite cortar la transmisión de este y proteger a los más vulnerables.
Tenemos que reconocer que todo medicamento, desde un suero de salina hasta el acetaminofén tienen potenciales efectos adversos. Es aquí donde entra el concepto de riesgo versus beneficio. En este proceso, el paciente junto a su proveedor de servicios de salud, discute la mejor evidencia disponible para luego tomar una decisión. En el caso de la vacuna contra el COVID-19, los efectos secundarios como el dolor en el área de inyección, dolor de cabeza y malestar general son leves y se resuelven en su mayoría con analgésicos. Al contrario, la infección por COVID tiene el potencial de causar síntomas severos, por tiempo prolongado y pueden llevar a la muerte en ciertos grupos de riesgos. Aun aquellos que sobreviven esta infección tendrán síntomas por tiempo prolongado.
Uno de los comentarios que escucho de algunos amigos y pacientes es que las vacunas son diseñadas por las farmacéuticas con el único interés de generar dinero y que, por lo tanto, no se puede confiar en su desarrollo ni producción. Sin embargo, es importante resaltar que una vacuna no es un tratamiento, sino que es una medida preventiva. La mayoría de estas requiere una o dos inyecciones a diferencia de tratamientos que requieren días, meses o hasta años. También es importante recordar que previo a su aprobación varias entidades y agencias reguladoras sin intereses económicos evalúan la seguridad y eficacia de ellas.
Todas estas preocupaciones, que en su mayoría son genuinas pueden ser aclaradas para que el individuo pueda tomar una decisión informada. Sin embargo, para tomar una decisión informada necesitas de fuentes confiables.
Paralelo a la pandemia del COVID-19, estamos experimentando lo que se describe como infodemia. La infodemia es “una cantidad excesiva de información – en algunos casos correcta, en otros no- que dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y orientación fidedigna cuando la necesitan.” (Organización Mundial de la Salud). Este fenómeno, ciertamente, causa que muchos no puedan tomar una decisión adecuada y bien informada. Si bien detener esta pandemia requiere de muchos frentes de batalla la vacunación es protagonista y el flujo constante de información errónea pone en riesgo la eliminación del virus causante del COVID-19.
Las siguientes tres organizaciones son pioneras en el manejo de la pandemia y en sus páginas webs podrán conseguir la información correcta: Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Infectious Diseases Society of America y la Organización Mundial de la Salud.
El autor es especialista en Infectología del Hospital San Francisco.
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