La maestra artesana es parte del selecto grupo de reconocidos con el National Heritage Fellowship del National Endowment for the Arts
La maestra artesana es parte del selecto grupo de reconocidos con el National Heritage Fellowship del National Endowment for the Arts
De complexión menuda, manos laboriosas y ojos brillantemente alegres, Nellie Vera Sánchez, natural del barrio Voladoras de Moca, ha dedicado, a tiempo completo, la segunda mitad de su vida al tradicional arte del mundillo. Por 40 años, ha ido entrelazando sus creaciones con las gestiones culturales y la enseñanza, cual si fueran los hilos en los bolillos de su mueble de mundillo para hacer la pieza más importante de su vida: su legado.
A sus 95 años de edad, doña Nellie -como cariñosamente se le conoce- hizo historia al ser la primera mujer puertorriqueña en recibir el National Heritage Fellowship del National Endowment of the Arts, tras haber sido nominada por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Este distinguido premio, que otorga el gobierno federal de los Estados Unidos, es un reconocimiento a la trayectoria y ejecución de excelencia de artistas en las artes tradicionales, así como al apoyo y las continuas contribuciones que le hacen a la preservación y desarrollo de estas.
“Imagínate. Estoy emocionada, contenta, alegre con eso”, compartió. “Yo no lo esperaba. Lo que he trabajado no es para premios, es porque lo siento. Tenía que hacer algo por el mundillo. Llevaba tantos años recordando cuando yo lo sentí… y por mi mamá”, comentó con la voz quebranta por la emoción. “Yo nunca esperaba que me dieran un premio por las cosas que yo hice. Nunca pensé que había hecho tanto como para esto”, añadió.
Entre las décadas del 1920 y 1930, tanto las industrias de la caña y del café como la de la aguja eran el motor económico de un Puerto Rico empobrecido. Esta última tuvo mayor solidez en el oeste del país, siendo Moca uno de los lugares más relevantes, junto a Mayagüez.
La madre de Nellie, doña Nela (Manuela Sánchez) tenía un taller de costura en el pueblo de Moca, por el cual podía generar ingresos mientras cuidaba a sus ocho hijos. Desde allí, doña Nela compraba piezas a otras costureras del campo y las revendía para exportar, además de coser, bordar y hacer encajes de mundillo. “Ahí me crié yo. Aprendí con ella todo lo que ella sabía. Yo aprendí con mami el mundillo, pero yo lo que hacía era bordar”, contó.
En las tardes, su mamá la llevaba a pasear por el pueblo, con los dos hermanos que tenía al momento, el mayor y el menor. Un día los detuvo frente a la plaza y “yo sentía un ruidito raro, no lo había sentido antes. Por allí no había luz (eléctrica), no había carros, no había nada. Era un ruidito raro, fino, que me llamó la atención. Le pregunté a mami por él y me llevó a ver lo que era”, relató.
“Cuando entramos a la calle (la actual calle Doña Mayi González), se veían en todos los balcones, mujeres y nenas sentadas, algunas en el piso, otras en bancos, tejiendo con mundillo y haciendo cuentos. Ese ruido de los bolillos fue lo que me impactó, porque todos tienen un sonido diferente”, rememoró.
Según fue creciendo, ayudaba a su mamá con los bordados de pañuelos y los domingos montaba a caballo con su hermano mayor a llevarle materiales de costura a las costureras del taller y a recoger las piezas que habían hecho en casa.
Después de haber trabajado temporeramente como oficinista en el Servicio Selectivo, comenzó su carrera como educadora en los barrios Plata y Voladoras de Moca. Tras mudarse a estudiar en Río Piedras, viajaba a Bayamón a impartir clases elementales en dos escuelas.
Hizo una pausa en el magisterio, para conseguir trabajo en el Departamento de Hacienda, en San Juan. Poco tiempo después, en 1951, se casó con Manuel Vera Mercado, un primo lejano con quien tuvo tres hijos y quien en vida fuera fiscal y, posteriormente, juez superior en Lares, Río Piedras y en la región oeste.
Entre las décadas del 1950 y 1960, retomó la enseñanza siendo maestra y bibliotecaria en el Colegio La Merced, en Hato Rey, por 12 años, hasta que se mudó con su familia a Mayagüez. Allí consiguió trabajo en la Academia de la Inmaculada Concepción como maestra de escuela superior, por 11 años. En esos años, completó su segundo bachillerato. En 1980, se acogió al retiro, igual que su esposo.
Es ahí cuando regresaron a su barrio en Moca y se instalan en la casa de sus suegros, desde donde ha visto su familia crecer con seis nietos y nueve biznietos, y decidió retomar el mundillo, que solo realizaba ocasionalmente para crearle piezas a su familia.
Con la ayuda de su hijo menor, adquirió todos los materiales que necesitaba y unos manuales educativos escritos por una artesana, que, casualmente, había sido su amiga en la juventud y que este halló en un festival en Las Marías.
“Cuando vine a Moca, quise perfeccionar lo que ya yo había sacado. Seguí cogiendo clases con un grupo de personas y en las convenciones de la International Old Lacers”, dijo Vera Sánchez.
Aunque lo más que ha realizado son sabanillas, pañuelos, paños y manteles, son los puños de las togas de los jueces con lo que le empezó a darse a conocer como artista del mundillo, y lo que más disfruta crear.
Inicialmente, le había hecho unos sencillos para su esposo, antes de retirarse del tribunal, pero no fue hasta que le hizo unos encajes en los puños de la toga de su hijo, quien también es juez, que sus amigos y compañeros de la judicatura los vieron y empezaron los pedidos.
Entre los jueces que ha llevado en sus togas el mundillo de doña Nellie está el exjuez del Tribunal Supremo de Puerto Rico, Federico Hernández Denton, entre otros.
Sus piezas han cobrado notoriedad y una apreciación particular. En el Palacio de Cultura Banamex, en México, se exhibe un faldellín suyo desde hace unos 15 años, y en La Fortaleza hubo cuatro paños que hizo con motivo a la visita de los Reyes de España, durante la administración de Rafael Hernández Colón. También, el altar de la Iglesia del pueblo de Guayanilla tiene unos manteles de su creación. Por otro lado, personalidades como don Ricardo Alegría y Rita Moreno han tenido piezas elaboradas por ella.
Doña Nellie ha fundado y pertenecido a una decena de organizaciones y entidades mundilleras como el Taller de Artesanos Mocanos, el Museo del Mundillo en Moca, las Borinquen Lacers y las Tejedoras del Jaicoa, donde es miembro honorario. Como educadora, ha impartido clases de su técnica tradicional de mundillo a un sinnúmero de personas, que a su vez enseñan a otras, como sus nueras, que aprendieron con ella y ejercen el bello oficio de crear piezas y de educar en el arte.
Sin embargo, de las cosas que más se enorgullece es de ser parte de la sección Legacy de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos por la historia de un mantel de mesa.
“Yo hago mundillo porque me gusta, porque me llena. Si no fuera por el mundillo, ya yo estaría muerta. El mundillo es lo que llena mi vida”, enfatizó doña Nellie, quien continúa trabajando tres horas al día y atendiendo pedidos especiales.
Honor a quien honor merece
La maestra artesana es una de las protagonistas de Crónicas 90, una serie de seis documentales cortos que celebra la vida y trayectoria de seis puertorriqueños y puertorriqueñas, mayores de 90 años. En esta serie se explora sus contribuciones a la cultura e historia de Puerto Rico. El proyecto fue creado en el 2018, como parte de una colaboración entre Casa Estudio ‘81 y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, gracias al auspicio del National Endowment for the Arts.
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